Hace unos meses se comentó,
con mucho interés, una controversia sobre el registro de dos variedades de trigo de
origen francés que, según algunos miembros del Comité de Cereales de Invierno, no
deberían haberse inscripto. Este comité es un organismo asesor (no vinculante) de
la Comisión Nacional de Semillas y finalmente, es el Instituto Nacional de Semillas
(Inase) quien lleva los Registros Nacionales donde se inscriben las nuevas
variedades de semillas. En nuestro país sólo pueden difundirse las variedades inscriptas
y, por tanto, lo que se pretendía, era impedir la difusión de esos cultivares europeos.
El caso merece considerarse pues muestra un proceso de cambio de paradigmas por el que
está transitando actualmente nuestra industria triguera.
El viejo paradigma,
que se está reemplazando, se puede expresar así: hay trigos buenos, de "alta
calidad" - que son los trigos de gran fuerza - y Argentina debe producir sólo ese
tipo, prohibiendo todo los restantes, ya que si se producen otros tipos , se reduciría la
"calidad" de nuestros trigos y sufriríamos graves perjuicios comerciales.
El nuevo paradigma, en
cambio, es el siguiente: no existen trigos buenos ni malos. Existen sólo trigos adecuados
o no a determinado uso. Por tanto, si en nuestro país hay, por el momento, 23
especificaciones distintas en las demandas básicas de harinas, sólo debe preocuparnos
que los trigos adecuados para cada uso, no sean mezclados con los de usos diferentes.
Además, cada uso específico, es un conjunto tecnológico donde interactúan y se
amalgaman en una única realidad, la genética (variedades), los procesos industriales
(algunas veces confidenciales), los aditivos y las técnicas molineras.
Si volvemos al caso del trigo
francés, nadie se animará a decir que las baguettes parisinas son de mala calidad. ¡Y
se han producido a partir de ese trigo que, según algunos no debería permitirse en
nuestro país! Pero, como es posible imaginar, en Francia, la molienda, los procesos de
panificación y los aditivos, son los adecuados para obtener las baguettes que los
viajeros aoran a su regreso. Dicho en otras palabras, esos trigos deben ser usados
dentro de su conjunto tecnológico.
Hace ya unos años, el gran
maestro francés Raymond Calvel mostró que puede obtenerse excelente pan con harinas cuya
fuerza abarcaba un amplísimo rango. Utilizó harinas europeas, norteamericanas, japonesas
y argentinas, algunas de las cuales seguramente serían calificadas, en nuestro país,
como no aptas para panificar.
Este mismo dilema se nos va a
presentar con trigos para fideos si aplicamos el mismo anticuado paradigma. Las nuevas
tecnologías de producción de pastas emplean procesos de alta temperatura. En estas
modernas líneas de producción se deben utilizar sémolas de menor granulometría y
éstas hacen posible y conveniente, el empleo de trigos con glútenes más débiles y
menores tenores de proteína.
Estos trigos, como es
lógico, tienen potenciales de rendimiento muy superiores a los tradicionales. ¿Serán
rechazados por el comité por ser de "menor calidad"? Recordemos, una vez más,
que calidad, en el caso del trigo, no es más que la adecuación a un uso.
En un período de la historia
en que los conjuntos tecnológicos de uso del trigo se multiplican y recrean con un
dinamismo sin precedentes, impedir la difusión de un cultivar parece, como mínimo, muy
imprudente. Creemos llegado el momento de iniciar un debate, a la luz de estas nuevas
tendencias, para "aggiornar" la conformación y las funciones del Comité de
Cereales de Invierno. Para iniciar el proceso, sugerimos considerar dos áreas de cambios:
En primer lugar, en su conformación, sería deseable que los fitomejoradores no formasen
parte de las estructuras de decisión del Comité, pues nuncaes recomendable ser juez y
parte. En segundo término, la función del Comité sería evaluar cada variedad desde
tres puntos de vista:
a) Desempeño agronómico,
b) Comportamiento sanitario y
c) calidad en el
procesamiento.
(Cada punto de vista podría
dar origen a un subcomité). La información sería pública, en todo momento, y, además,
debería ser publicada periódicamente. Todas las variedades serían aprobadas, en forma
gradual y progresiva, salvo que riesgos sanitarios debidamente probados (u otros de
importancia equivalente), indicaran la inconveniencia del registro, lo que debería ser
excepcional.
Pero a diferencia de lo que
sucede en la actualidad, la información debería fluir, completa y libremente, a todos
los interesados. Esta propuesta se basa en el reconocimiento de las limitaciones de
nuestro saber, especialmente en condiciones de cambio permanente y en el derecho de todo
ciudadano de ejercer una industria lícita, introduciendo o desarrollando nuevos conjuntos
tecnológicos (productos), que el mercado deberá convalidar o no, y permitiendo la más
rápida información a todos los integrantes de las cadenas de valor, para que sean ellos
quienes decidan, en cada etapa, si el nuevo cultivar será difundido y empleado, o no.
El futuro de la industria
triguera de Argentina, será determinado por nuestra capacidad para transformarnos en un
proveedor confiable y seguro de grano limpio y de calidades uniformes y consistentes. Esto
deberá lograrse y mantenerse, en una industria que se modifica y evoluciona rápidamente.
Este desafío exige un sistema flexible de calidad de trigo, que pueda adaptarse a una
industria global en permanente cambio. Necesitamos, por tanto un sistema de evaluación de
variedades en sintonía con los tiempos que corren.