A Robert Haack, entomólogo del Servicio Forestal de Estados Unidos, le gusta la
analogía bélica: "Estamos atacando con todo a estos bichos, con todo el complejo
militar industrial". "Estos bichos" son los escarabajos asiáticos de
cuerno largo, contra los que no hay tratamiento efectivo y cuyas larvas amenazan con
causar daños por valor de miles de millones de dólares en los bosques norteamericanos.
El insecto, endémico de China, se coló hace unos años en Chicago y sus larvas han
acabado ya con miles de árboles en Estados Unidos. El Servicio Forestal trabaja sobre la
idea de un detector de sonido como los empleados por la Marina para equipar a los
submarinos de ataque Seawolf para acabar con la plaga forestal.
Comparar las larvas del Anoplophora glabripennis con los submarinos no es descabellado.
Una vez perdidos de vista, bajo la superficie del agua o tras la corteza de un árbol, son
muy difíciles de localizar y sus correrías son letales. A la hembra que pone los huevos
se la puede matar, pero no a las larvas.
El único método es identificar el árbol afectado, cortarlo y quemarlo. Hasta ahora,
el único método de localización del gusano es puramente artesanal. La tarea es ingente
en empleo de hombres y horas, y si las larvas son pequeñas es fácil que sus huellas
escapen al ojo del oteador. Los gusanos pueden llegar a ser del tamaño de un dedo
meñique y abrir túneles de un centímetro de diámetro. Al cabo de un año, el árbol ha
quedado destruido. La larva se convierte en adulto para aparearse y repetir el ciclo.
Los ingenieros acústicos del Laboratorio Nacional de Oak Ridge (Tennessee) trabajaron
en el equipamiento del sonar de los Seawolf y ahora están adaptando la tecnología
militar a la caza de esas larvas a partir de un software relativamente semejante y de
acuerdo con los técnicos del Servicio Forestal.
En los laboratorios se hicieron cientos de grabaciones digitales del ruido que hacen
los distintos gusanos al horadar la madera hasta crear una fórmula que describe un amplio
espectro de vibraciones. La fórmula es flexible con objeto de ajustarla a distintas
especies. El programa con el algoritmo se introduce en un ordenador y basta con salir al
campo a captar sonidos.
El detector consiste en un acelerómetro, una especie de micrófono, que se inserta en
el tronco. El acelerómetro capta los sonidos de las larvas, hasta a ocho metros de
distancia, y envía la señal a un amplificador que la limpia de ruidos ambientales antes
de rebotarla al ordenador. El programa del ordenador la filtra y compara con las que tiene
incorporadas en su memoria y la marca conforme se haya especificado.
Hace unos días se hicieron pruebas en Nueva York y los resultados fueron
satisfactorios. Therese Poland, entomóloga del Servicio Forestal, y su equipo fueron
capaces de detectar las larvas en un árbol en menos de media hora. "Todos nos
quedamos muy sorprendidos", ha declarado a The Chicago Tribune. "No teníamos ni
idea de que todo fuera a ir tan rápido y tan bien".